Dominicanos y Puertorriqueños Hermanos en luchas y en progreso

Para conocer las maneras en que estos pueblos se entrelazan en su historia debemos dirigir la vista hacia su intercambio migratorio, que sabemos no es un fenómeno reciente aunque se ha agudizado en los últimos tiempos que tanto ha producido un impacto en lo económico y lo social en un país como en otro,  repercutiendo en la vida política y cultural de los dos.

Empecemos por considerar la comunidad Dominicana que reside hoy en Puerto Rico y descubriremos que la misma comienza a emigrar a partir del 1961 tras el ajusticiamiento del dictador Rafael Leonidas Trujillo, al desaparecer las estrictas restricciones de viaje al extranjero impuestas por la tiranía.

El elemento clave que desborda esta situación en Quisqueya es la economía–elemento que a lo largo de varias décadas estimulará la emigración legal e ilegal hacia Borinquen–evidentemente comparando diferencias salariales pero agregando también el deseo de la recién liberada población dominicana de forjarse un nuevo destino.

Esta migración dominicana puede dividirse en tres olas. En primer lugar, emigran profesionales y miembros del sector intelectual durante los años setenta. A seguidas, en el periodo de 1970 a 1982 salen personas con habilidades técnicas dentro de los sectores obreros que insisten en la búsqueda de mejores oportunidades económicas. Por último, desde el 1983 hasta el 1996 se produce el despegue de un número significativo de dominicanos ya netamente del sector trabajador–muchos  de ellos indocumentados– que salen de República Dominicana hacia la vecina isla tras la intensificación de la crisis económica en los gobiernos de Joaquín Balaguer. Es en esos años que los viajes en yolas hacia Puerto Rico se convierten en el pan de cada día, peligrosos intentos de familias dominicanas que se lanzan al canal de La Mona tras sus esperanzas de mejoría de vida en Puerto Rico. Muchos alcanzan la tierra prometida, otros dejan la vida en el intento.

A partir de los setenta, estudiosos en la materia revelan que la migración Dominicana proviene mayormente de zonas  urbanas a los que se agregan   sectores  vulnerables de la población. Es un brote migratorio que al poner pie en la vecina isla se establece principalmente en sus centros urbanos. A partir de la década de los 80’s  la mayoría de la población Dominicana se dirige hacia las áreas metropolitanas de San Juan, Caguas, Ponce  y Mayagüez, en las que el dominicano llega a desempeñarse en el empleo informal: la construcción, las empleadas domésticas y en el área rural el trabajo en fincas de café.

Pronunciamientos en la materia han atestiguado sobre una severa crisis agrícola que impactó la economía de  Puerto Rico y han testimoniado que la industria agrícola fue posible salvarla debido a los inmigrantes dominicanos, especialmente dentro del sector de caficultores. Uno de los dueños de esos cafetales  indicó que “si no fuera por los dominicanos el café hubiera desaparecido “. Algunas voces del sector agrícola alegaron que debido a diversas causas los puertorriqueños ya no querían trabajar en la agricultura y que entonces resultaron ser los dominicanos quienes lo hicieron, y a la vez  ayudaron a los propietarios de fincas a mercadear sus demás rubros agrícolas.

Aporte cultural

Por su amplia popularidad la música típica del dominicano, el merengue, fue el punto de contacto entre la comunidad puertorriqueña y la dominicana. Para el emigrante dominicano que viajaba hacia Puerto Rico la música fue de gran ayuda al facilitar sus nuevos asentamientos, dada la amplia aceptación que ha gozado este género musical en Puerto Rico, al punto que allí han logrado destacarse sus intérpretes propios como Olga Tañon, Jailene Cintrón y Manny Manuel entre otros. El merengue ha cumplido con dos funciones para la comunidad viajante: por un lado, generar un vínculo con el país de origen y al mismo tiempo ha servido como frontera en la cual la comunidad Dominicana marca su presencia y reconfigura su identidad.

 La inmigración de puertorriqueños hacia                                                                 República Dominicana durante el periodo 1890 -1920.

 Los investigadores puertorriqueños Jorge Hernández Guerrero y Javier Leovigildo se han esforzado en  determinar la incidencia sobre los factores  geográficos, socioeconómicos y políticos que influenciaron la sociedad dominicana durante el periodo 1890 -1920, como resultado de un amplio flujo de emigrantes desde Puerto Rico hacia la República Dominicana. Sus estudios abarcaron el impacto que tuvo la inmigración puertorriqueña en la sociedad dominicana, para cuya investigación se consultaron diversas fuentes bibliográficas y documentales en procura de informaciones a través de archivos, periódicos y registros de la época, utilizando como objeto de estudio una población conformada por 1898 inmigrantes de un total de 2,148 asentados en la República Dominicana.

El estudio concluyó que la mayoría de tales inmigrantes viajaron a Dominicana contratados por dueños de fincas (de relativamente buenas proporciones de tierra), para ser utilizados como jornaleros y capataces en los predios agrícolas. También se detectó que con el objeto de incrementar la población en la tierra de los patricios trinitarios se crearon leyes y decretos que impulsaron la inmigración Inter-regional (Antillas Mayores y Menores), facilitando la creación de franquicias agrícolas que coadyuvaron a la inversión extranjera y estimularon mayores movimientos migratorios.

Finalmente se puntualizó que la inmigración puertorriqueña realizó  significativos aportes a la sociedad  dominicana en los aspectos económico, sociocultural y educativo, ya que fundaron instituciones como  La Sociedad de Socorro Mutuo, el club de Unión Puertorriqueña, así como los aportes brindados por el insigne educador Eugenio María de Hostos,  quien con su innovador estilo educativo dejó imborrables huellas en nuestra educación.  La conclusión a que llegaron sobre la inmigración Puertorriqueña en República Dominicana en el periodo 1890 – 1920 los investigadores Jorge Hernández Guerrero y Javier Leovigildo fue que resultó altamente provechosa para el desarrollo del país.

Para hablar de datos más recientes podemos dejar constancia de que para el año de 2010 el tamaño de  la comunidad Dominicana en Puerto  Rico era de  68,036 residentes. Pero para estos años eventos naturales comunes en estas tierras antillanas conmovieron la geografía y la sociedad puertorriqueña.

A principios  del año 2020 Puerto Rico experimentó movimientos  sísmicos  en la zona suroeste de consecuencias destructivas. Esos hechos repercutieron en la economía Puertorriqueña a los que se añadieron los estragos ocasionados por el paso del huracán María.  Y por si fuera poco, en febrero  de 2020 el mundo comenzó  a experimentar de forma drástica los estragos de la pandemia del Covid-19.

El incremento del desempleo y la incertidumbre en el seno de la población Puertorriqueña sirvieron de caldo de cultivo al generarse un éxodo masivo hacia otras  ciudades norteamericanas como New York, Florida, Texas  y otros Estados  de la Unión Americana. Otros optan por dirigirse a destinos cercanos.

Hoy en pleno Siglo XXI vemos como muchos puertorriqueños retoman el circulo migratorio iniciado siglos atrás y han venido a residir a la República Dominicana–especialmente después del huracán María, tormenta que dejo a Puerto Rico en una situación económica difícil.

Esa emigración encamino sus pasos hacia la República Dominicana si tomamos en cuenta el surgimiento de varios factores como la diferencia entre ambas sociedades del costo de la vida, el cambio de la moneda (dólar), el alquiler o compra de una vivienda y la facilidad para encontrar un trabajo.

Los intercambios migratorios entre estos dos pueblos hermanos han evidenciado que dominicanos y puertorriqueños han podido convivir entre sí por la solidaridad y la dedicación al trabajo de ambos. Podemos decir que tanto dominicanos como puertorriqueños nos damos las manos para unir voluntades y desarrollar nuestras comunidades sin importar el lugar donde nos encontremos.

Santos Acevedo                                                                                               Presidente de FUNDOREX